23 febrero 2007

analisis critico (Frondizi) Forero

ANÀLISIS CRÌTICO

Por: Mónica Patricia Forero Forero

Risieri Frondizi, en su obra ¿Qué son los valores? nos muestra una nueva forma de ver los valores no desde una perspectiva subjetiva ni mucho menos objetiva sino que desde su punto de vista debe haber una relación, entre sujeto y objeto y no una independencia o separación entre éstos.

Es de esta forma como Frondizi nos conduce a la definición que para él es hasta ahora la más acertada por cuanto se “separa”, por así decirlo, un tanto de las teorías que hasta ahora han dividido de los estudiosos del tema en comento.

Para él los valores no son más que cualidades estructurales, y que como bien nos lo explica Gerardo Remolina Vargas: “Vale la pena destacar que según esta definición se trata de:

• Una cualidad (es decir, de una propiedad objetiva)

• Que esta cualidad es estructural (es decir, que pertenece al objeto en su totalidad)

• Que surge en una relación (es decir, que la constituyen tanto el sujeto como el objeto)

• Que dicha relación se da una situación física y humana (es decir, en una situación objetiva y al mismo tiempo subjetiva).”.

Abarcar todas las teorías axiológicas sería un tanto agotador y extenso, por lo tanto centraré este estudio en Scheler, uno de los autores que introduce Frondizi en su libro para explicar la teoría objetiva del valor, y la cual no la acoge. Por lo tanto se podría establecer algunas diferencias importantes entre estos dos autores.

Max Scheler filósofo (1875-1928), autor de varias obras, algunas recopiladas en dos volúmenes: “Acerca de la subversión de los valores” y “De lo eterno en el hombre” cuyo tema principal son los valores ya que siempre estuvo interesado en la axiología nos presenta una teoría un tanto diferente a la presentada por Frondizi.

Para Scheler, a diferencia de Risieri Frondizi que establece que hay dos teorías que son la tesis objetiva del valor y la teoría subjetiva del valor, existen tres tipos de teorías.

La primera teoría, es la Platónica del Valor, según la cual se considera al valor como un algo ideal por la independencia que tiene éste en relación con las cosas. Por tal motivo en esta teoría se rescata la inmaterialidad del valor y se defiende su existencia en sí.

De otro lado encuentra la teoría nominalista de los valores, dónde el hombre es el que juega su papel principal por lo que depende de éste que algo o alguna cosa tenga valor por lo que agrade o guste a un sujeto en particular, de la misma forma esta teoría establece que todos los valores que se consideran superior se reducen a los de orden inferior donde ya se encuentra una coincidencia del valor con el agrado.

La última de las teorías que Scheler considera es la de la apreciación, en la cuál se niega igual que la anterior esa independencia, y afirma que el valor está dado únicamente por la apreciación.

Por su parte Scheler al igual que Frondizi se aleja de las teorías que consideran que tratan la axiología y establece que los valores son captados por la intuición emocional. La tarea que Scheler emprende es la de seguir con la teoría axiológica formada por Kant, pero corrigiendo de él algunas imprecisiones o equivocaciones que Scheler considera incompatibles.

De esta forma, Scheler define a los valores no como cualidades estructurales en dónde hay una relación de sujeto y objeto, sino establece su teoría sobre el valor como cualidad independiente ya que para éste los valores existen independientes de bien o del depositario y por lo tanto los captamos por algún conocimiento que poseemos anteriormente. De esta forma nos deja ver claramente cómo entiende a los valores como cualidades sin llegar a ser propiedades de las cosas ni mucho menos estar contenidas o sobreentenderse en éstas.

Es asì como Gerardo Remolina Vargas al explicar la naturaleza del valor escribe de Scheler: “…profesa una visión objetivista de los valores, a los que considera como “cualidades independientes e inmutables” que existen prescindiendo de que sean captados o no. Los valores no son relativos a la vida, al hombre, o a la historia, sino absolutos en sí. Son además objetos completamente inaccesibles a la razón y sólo se nos revelan en el “percibir sentimental”, es decir, en el preferir, amar, odiar. En realidad, el amor es el auténtico descubridor de los valores; pues la vida emocional es irreducible a la vida sensible e intelectual. Esta concepción es la que le permite hablar a Scheler de una “Ética material de los valores”.”

De esta forma es dable afirmar que la teoría de Scheler es edificada sobre una base meramente a priori y nunca sobre cimientos empiristas.

De esta forma, según Scheler es viable comparar a los valores con los colores y de esta forma es posible extraer las características de los valores que según Scheler podrían describir, tal es como se establece que los valores son inmutables es decir que no cambian. Es así como podemos establecer que los valores son como son y no interesa la cosa a la cual acompañe dicha cualidad ya que los valores no cambian así las cosas cambian.

Otra de las características que Scheler considera es que los valores son absolutos en cuanto que los valores no se encuentran condicionados a nada.

Por su parte Frondizi le da a los valores características como la polaridad y su orden jerárquico, pero los valores según él, pueden cambiar según las circunstancias.

Tanto para Frondizi como para Scheler, los valores tienen una jerarquía pero difieren en que para el primero no es posible hablar de una tabla de valores o por llamarlo de otro modo no es posible lograr un orden en los valores, sólo establece criterios que dependerán de la naturaleza de la cual se cree que tiene el valor.

Para Frondizi el primer criterio que se debe tener es la reacción que tenga el sujeto, y dentro de este están los gustos, intereses, necesidades, etc. criterio que está en constante cambio.

En segundo lugar, se encuentra como criterio para determinar la jerarquía del valor las cualidades del objeto y sus propiedades, es el criterio que goza de más estabilidad.

El tercer criterio ya obedece es a la situación determinada en un momento dado, ya que dependiendo de éstas algo puede ser más apetecible que otra cosa, es inestable por cuanto es resultado de factores cambiantes.

Por el contrario, para Scheler los valores conservan una jerarquía a priori, y la superioridad de uno u otro valor es captada por el preferir. Para este autor hay que tener en cuenta ciertos criterios pero sin embargo no hay que olvidar que para él existe una tabla de valores la cual veremos más adelante. Por ahora veamos los criterios: el primer criterio es la durabilidad, pero deja claro que no se trata de la durabilidad de un determinado bien sino de la eterna existencia de un valor. La gente prefiere los valores que pueden llegar a durar cierto tiempo que aquellos que su duración es corta. Por lo tanto este primer criterio enseña la preferencia a los valores duraderos que serían en este caso los superiores a los pasajeros que serían los valores inferiores. De lo que no estoy de acuerdo con Scheler porque ninguno de nosotros estamos de acuerdo o nos gustaría un segundo de justicia por un siglo de su desvalor que es la justicia, lo que pretendo expresar es que no es un criterio a mi parecer por cuanto no me fijo en la duración de algo sino en lo que me llegara a beneficiar o a agradar más sin importar su duración, me fijaría si lo que me agradara o lo que yo llegara a preferir durara mucho, sin que llegara a cambiar mis gustos por el simple hecho de durar.

El segundo criterio, para determinar la jerarquía de un valor se encuentra en la divisibilidad, de esta forma si un valor es superior cuando se debe conservar su unidad y es inferior en tanto son más dados a dividirse.

El tercer criterio está dado por la fundación, que a mi modo de ver lo llamaría el criterio de la independencia, ya que consiste en la capacidad que tiene un valor de fundar otro, éste será superior a aquel que no le es dable existir independientemente de otro, y por lo tanto se trata de valores inferiores.

El cuarto criterio es la profundidad de la satisfacción, conceptos que han sido explicados por Scheler.

El quinto y último criterio es la relatividad del valor, cuanto más relativo es un valor está en inferioridad al que es menos relativo.

De lo anterior Scheler nos pone en conocimiento una tabla de valores, que de lo más importante a lo menos encontramos en primer lugar la modalidad de lo santo y de lo profano, en segundo lugar encontramos al mundo espiritual de los cuales encontramos los valores estéticos, los valores de lo justo y de lo justo independientemente de los valores legales, los valores del conocimiento puro de la verdad. Luego de los valores espirituales encontramos los valores vitales y en último lugar se encuentran los valores de lo agradable y lo desagradable.

De esta forma vemos cómo, se apartan las teorías del objetivista Scheler y del que hizo una relación entre dos teorías que se enfrentaban en el mundo de los valores(Frondizi).

Es así como se ha elaborado unos rasgos fundamentales de la teoría objeto de estudio:

- Los valores constituyen un reino propio, subsistente por sí mismo. Son absolutos, inmutables e incondicionados.

- Los valores se hallan en una relación peculiar con las cosas reales valiosas que llamamos bienes. En los bienes se encarna determinado valor: en las cosas útiles, la utilidad; en las cosas bellas, la belleza,...

- Los valores son independientes de los bienes en los que se encarnan. Es decir, no necesitan para existir que se encarnen en las cosas reales.

- Los bienes dependen del valor que encarnan. Sólo son valiosos en la medida en que soportan o plasman un valor.

- Los valores son inmutables; no cambian con el tiempo ni de una sociedad a otra; son objetos reales, y como tales, condicionados, variables y relativos.

- Los valores no tienen una existencia real; su modo de existir es –a la manera de las ideas platónicas– ideal. ( www.educajob.com)

Para terminar, podemos ver cómo las diferentes teorías de los valores defienden su punto de vista frente a lo que son los valores, su naturaleza y jerarquía.

De esta forma, pienso que la teoría que plantea Frondizi, puede llegar a ser la más adecuada en cuanto tiene en cuenta factores como las circunstancias y no se inclina por extremos que pueden llegar a exagerar una posición y descartar enfoques necesarios para poder encontrar la teoría que de una solución definitiva a un problema filosófico tan discutido como lo es la axiología.

las confesiones (Agustin) Zea

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN: UN ASCETISMO EXPUESTO AL MUNDO

Por: CATHERINE ANDREA ZEA VELÁSQUEZ.

“Este será el fruto de estas mis confesiones. Mostrar no ya lo que fui, sino lo que ya soy. Conviene que todo esto lo confiese no sólo en tu presencia con una secreta exaltación mezclada de un temor y una esperanza igualmente secreta, sino también ante los hijos de los hombres que participaron conmigo en la misma fe y son mis asociados en la alegría como también en la mortalidad; conciudadanos míos que peregrinan conmigo, unos antes que yo y otros después, pero todos ellas compañeros míos de camino en mi viaje terrenal” [1]

Esta gran obra de la literatura cristiana fue escrita por el santo doce años después de su conversión, relata una experiencia de vida desde la nueva óptica cristiana, una exposición del pasado a la luz de ese nuevo presente. La obra está compuesta por trece libros que alaban y reconocen a Dios por su infinita bondad: los primeros diez narran el tránsito del pecado de aquél viejo hombre a una nueva vida espiritual, los tres restantes hablan de las Sagradas Escrituras. A través del escrito San Agustín aborda las constantes inquietudes humanas: el origen del mal; la naturaleza de Dios, la esencia del tiempo;”la evolución del individuo: la infancia, la amistad y el sexo”[2]; entre otros.

Así pues las Confesiones no pueden ser consideradas como unas escuetas memorias escritas a manera de salmos, ni un tratado teológico alejado de la problemática humana, ni como un conjunto de técnicas ascéticas dirigidas a obtener un dominio sobre sí mismo[3]. Esta experiencia religiosa es, por el contrario, el testimonio del descubrimiento de Dios y la confirmación de la acción inspirante de la Fe sobre todos los aspectos de la vida cotidiana.

Este “discurso a Dios”[4] encontró a una lectora confundida y desconcertada, ávida de la Verdad, que al pasar cada página iba descubriendo sus errores y aunque su vida no es siquiera comparable a la del Santo, dichos versos si son una referencia constante a su propia espiritualidad, estos testimonios la inspiraron a buscar la acción de Dios y a no “ quedarse en la actitud de turista espiritual, curioseando por medio de un conocimiento meramente especulativo, sino para determinarse por él”[5] como lo hizo muchos años antes Santa Teresita del Niño Jesús.

Dos fueron los temas que me cautivaron en la lectura, trastocaron mi mente y se colaron en mi corazón: el descubrimiento de Dios, de la verdad eterna; y la conversión de un hombre por la infinita misericordia del Creador. Estas son las cuestiones que en los siguientes párrafos quisiera desarrollar.

Para muchos las Confesiones constituyen un tratado teológico y ético, sus trece libros contienen también el pensamiento filosófico de San agustín que impulsa a la búsqueda de la Verdad, un neoplatonismo cristiano, según el cual el hombre no puede conocer a Dios por fuera de sí mismo, lo recuerda, mediante la facultad que el Sumo Bien dispuso en nuestros espíritus, es en la memoria donde se encuentra a la Verdad cuando nos acordamos de Él. La razón según el obispo de Hipona nos muestra el conocimiento verdadero de Dios, pero solo Cristo nos enseña el camino.

¿Pero en cuál lugar de mi memoria estás presente, Señor? ¿Qué morada, qué santuario te has construido en ella? Tú me has concedido la dignidad de habitar en mi memoria, pero yo me pregunto por la secreta morada de tu presencia. Dejé primero de lado aquellas partes de la memoria que nos son comunes con las bestias cuando de ti me acordé, pues a ti no es posible hallarte entre las imágenes corporales. Vine luego al lugar de la memoria en que se guardan los afectos y los sentimientos, pero tampoco allí te encontré. Pase luego a la sede del espíritu, que puede recordarse a si mismo y tiene, en consecuencia asiento en mi memoria; pero allí tampoco estabas…Todas estas cosas mudables; tú, en cambio, permaneces inmutable sobre el vaivén de las cosas, pero te dignas habitar en mi memoria en la cual tuve noticia de ti. ¿Para qué, pues, me preocupo por saber en que lugar de ellas estás, como si en la memoria hubiese realmente lugares? Lo cierto es que habitas en mí, y que te recuerdo siempre, desde que te conocí; y en la memoria te hallo cuando me acuerdo de ti”[6]

La transformación espiritual fue una decisión que trastocó toda la existencia del hiponiense, implicó un replanteamiento de los principios que movían su vida, pero nunca un sacrificio de la razón, pues solo es a través de ella que se descubre al Primer Motor.

Después del descubrimiento queda un Agustín convencido hasta los huesos de la existencia de Dios y de su tutela sobre la vida del hombre. Las confesiones son pues, una prueba de la piedad que el Señor tuvo con un pecador, San Agustín comprende y nos hace ver que por nuestra carnalidad, siempre estaremos expuestos al pecado.

San Agustín converso fue un hombre que renunció a la retórica y se trasladó a una casa de campo en donde se consagró a la oración, al estudio, la penitencia y la vigilancia de sus sentidos. Un primer acercamiento a esa vida austera nos hace pensar que la propuesta ascética del santo es un total ostracismo y una eliminación de la cultura como manifestación de la inteligencia. ¿Cómo practicar entonces, el estilo de vida de San Agustín en una vida no monacal? ¿No incurriríamos en un ascetismo exegético que olvida que en el hombre junto con el espíritu esta compuesto de la carne?

Una lectura más profunda de la obra nos deja entrever que el concepto de ascetismo esta expuesto al mundo, por eso debía ser más rígido procurando no producir una fractura con la sociedad, asegurando una disciplina férrea de la voluntad. La conversión implica así, un cambio de vida, una separación absoluta de ciertos comportamientos y lugares que para el no convertido le son lícitas, es por eso que San Agustín nos invita a alejarnos de ciertos espectáculos públicos y demás vicios que nos impiden alcanzar la sabiduría.

San agustín nos muestra una separación del mundo sin desconocerlo, por ello conforma una pequeña comunidad de vida monacal: hombres virtuosos que velan mutuamente por su propia disciplina e impidan a los otros decaer, comunidad que surgen como modelo de la moral y sabiduría en la sociedad. A la vez que propendía por la expansión del cristianismo a toda la sociedad.

San Agustín es un modelo de perseverancia, de santidad, en esta su obra más personal da una viva y realista imagen de una autentica vida espiritual, que ha sido a lo largo de los siglos una “terapia revitalizadora” y esperanzadora para quienes se sienten agobiados y confundidos en este mundo caótico.

De la vida debemos tomar aquellas cosas que nos hagan el bien, que sirvan a nuestra espiritualidad, no para alejarnos del mundo sino para cambiar el mundo, todas las personas deben procurar en su vida hacer el bien, cada quien puede llegar a ser un santo dentro de su profesión y estilo de vida. “El discernimiento percibe los signos de la constante acción del Señor en nuestras vidas y demuestra que la fe no es una árida abstracción, o una piedad a bobas como diría Santa Teresa de Jesús, sino que constituye un tejido conexo con la vida cotidiana, so pena de verse privada de sentido”[7].


[1] Confesiones de San Agustín, X, 4, 2.

[2] Las Confesiones de San Agustín: un manual de control de la voluntad individual. Luis F. Jiménez Jiménez. Revista Venezolana de filosofía 36/37 (1998).

[3] Las Confesiones de San Agustín: un manual de control de la voluntad individual. Luis F. Jiménez Jiménez. Revista Venezolana de filosofía 36/37 (1998).

[6] Las Confesiones de San Agustín, X, 25.

dos visiones de la justicia (Rawls) López

CONTRAPOSICIÓN ENTRE DOS VISIONES DE LA JUSTICIA

Por: ANA MARÍA LOPEZ HERNANDEZ

El tema que posiblemente ha tenido más adeptos para discutir a través de los tiempos ha sido la justicia. No es para menos si pensamos que sobre ella se han edificado sistemas jurídicos, justificado o no guerras, ha caracterizado sociedades. Por esto mismo es un tema álgido que amerita unas páginas en este ensayo, basándolo en una comparación entre dos autores que postulan ideas fuertes y controvertidas como lo son Aristóteles con su “Ética a Nicómaco” y John Rawls con su “Teoria de la Justicia”.

Para empezar podemos hacerlo en orden cronológico y por esto será Aristóteles quien ocupe estas primeras líneas. En su “Ética a Nicómaco” se puede ver claramente una posición donde aparece la justicia como virtud. La divide en tres: Justicia Particular, Justicia Civil y por último la Justicia como virtud. Será la justicia la virtud perfecta por cuanto es justo “lo que produce y protege la felicidad y sus elementos en la comunidad política”. Es para Aristóteles la mejor de las virtudes. Aclara el autor que no son exactamente lo mismo la justicia y la virtud, será ésta justicia cuando está dirigida a otro. Cuando es un hábito en absoluto es virtud.

John Rawls, autor norteamericano del siglo XX, ha traído en su libro “Teoría de la Justicia” una nueva concepción de ésta. Empieza esbozando una teoría contractualista donde el hombre acude a una figura denominada contrato para organizarse en sociedad. En ese momento hace su aparición la justicia, pero no como virtud tal como lo diría Aristóteles, sino como una forma de estructuración social. Como una virtud no de las personas sino de las instituciones que no busca una distribución equitativa de las cosas como lo haría la justicia distributiva de Aristóteles, sino basándose en un esquema de cooperación social. El papel de la justicia para Rawls es “proporcionar una asignación de derechos y deberes fundamentales y determinar la división de ventajas debidas a la cooperación social”. Claramente vemos que Rawls tiene una idea bastante técnica de lo que es la justicia. Formula dos principios aplicables a ella: el primero consistente en la libertad de los individuos y el segundo la desigualdad. Ambos se aplican a la estructura básica de la sociedad y se prefiere el primer principio sobre el segundo en caso de que haya una aparente contradicción entre ambos.

Las concepciones de ambos autores son bastante distantes entre ellas. Mientras el primero (Aristóteles) busca con la justicia una proporcionalidad y reciprocidad, una justicia donde lo que vale es que el hombre practique la virtud y por esto serán hombres justos o injustos, Rawls plantea un procedimiento para llegar a los principios de la justicia, atribuyéndole esta característica o este adjetivo a las instituciones mismas. Será una justicia que tiene en cuenta sólo factores institucionales para fundar una sociedad justa, y que se nos presenta bastante utópica, es una forma de llegar al contrato.

Digo utópica pues si tenemos en cuenta que una sociedad está compuesta por hombres y mujeres de ella debemos predicar la justicia o la injusticia. Se requiere más que simples instituciones que cumplan con propósitos meramente económicos. Serán estos hombres y mujeres quienes le den el carácter de justa o injusta a alguna institución o sistema determinado.

Quienes producen y protegen los elementos de una comunidad y su felicidad como lo diría Aristóteles son los hombres justos, que practiquen o tengan hábitos que lleven a la justicia como la honestidad, el cumplimiento de una ley justa, la valentía en ciertas ocasiones. Una justicia procedimental es demasiado técnica y olvida ese elemento que hemos mencionado ya ampliamente como lo es que emane de un ser humano. Puesto que ciertamente vemos la justicia como una virtud humana surge necesariamente o es consecuencia del carácter espiritual del hombre, no como animal sino en su calidad de ser racional. Por esto no se debe olvidar que se puede tener muchas fórmulas para lograr un Estado Justo, pero nada puede lograrse si sus gobernantes no son los mejores, y son los mejores aquellos hombres que practiquen la virtud de la justicia.

14 febrero 2007

Etica a Nicómaco (Aristóteles) Huertas

“La prostitución de lo ético en nosotros”

Por: LUISA FERNANDA HUERTAS GÁLVEZ

Que cada hombre construya su propia catedral.

¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas?"

Jorge Luis Borges

LA PROSTITUCIÓN DE LO ÉTICO EN NOSOTROS

Era un día de examen como cualquier otro, Salí de presentarlo y sentía en mi algo de rabia… y un amigo me dijo “a veces prostituimos nuestro intelecto, eres una prostituta intelectual”…

Me pregunto, si en más de una ocasión, sabemos que lo que vamos a decir va en contra de lo que pensamos o creemos y sin embargo lo decimos, pues de no hacerlo no adquirimos la calificación que queremos o necesitamos, ni siquiera la que merecemos…. pues ante tal hipocresía intelectual no mereceríamos ser calificados.

De igual manera ocurre con nuestro actuar y es por ello que confieso haberme sentido prostituida por un actuar que va en contra de todo comportamiento debido en una sociedad.

Desde siempre, creo yo, que desde que nacemos; nuestros padres de preocupan por hacer de nuestras vidas una vida feliz y placentera, nos tratan de apartar de todo sufrimiento para que no sintamos dolor. Pero la verdad es lograr saber: ¿hasta qué punto depende de ellos el que seamos personas felices? ¿Somos felices gracias a ellos o gracias a nosotros? Considero que de optar por la primera opción (gracias a ellos) no seríamos libres, estaríamos condicionando nuestro actuar como un todo a la subordinación de ellos, la crianza es algo complicado, y necesario, pero llega un punto donde debemos tomar las riendas de nuestra vida y empezar a vivirla conforme a lo que pensamos y creemos, de no ser así por más que lo poseamos todo materialmente, seguiremos siendo el sujeto pasivo que todo lo recibe lo digiere y no lo entiende. Nos invade el temor que de contradecirlos en algo sea el boleto de salida de nuestra guarida a un mundo que no conocemos.

“Vivir éticamente es pensar en cosas que están más allá de nuestros propios intereses.

Cuando pienso éticamente, devengo un único ser, con necesidades y deseo propios, sin duda,

pero que vive entre otros seres que también tienen necesidades y deseos”

Meter Singer

Si por el contrario optáramos por la segunda opción, por aquella en la que creemos que somos los autores de nuestra propia felicidad, tomaríamos la difícil pero necesaria decisión de conducir nuestras conductas de atarla a la razón y por medio de ella empezar a discernir lo que es bueno de lo que es malo, y optar por realizar las conductas que deseamos vivir o no vivir.

En últimas, la consecuencia que se deriva de esta opción es sin duda alguna haber optado por recorrer el camino más duro y difícil de todos, “el ser felices”.

Y es sin duda para mi el más difícil, porque quién nos dice a nosotros qué es la felicidad, qué implica encontrarla y cómo hacerlo.

Para muchos encontrar la felicidad significa tener abundancia de cosas materiales, el más deseado es el dinero; para otros la felicidad consiste en desprenderse de todo lo material como ocurrió con Siddarta Gotama; Y para otros como Aristóteles, la felicidad consiste en vivir de acuerdo a las virtudes, el hombre virtuoso es quien hallará la felicidad y más si en medio de esa práctica de virtudes emplea como actividad principal la contemplación, el uso de la razón por encima de cualquier otra cosa.

No cabe duda, que para muchos consiste la felicidad en esto, y cómo no, si quien actúa como un hombre virtuoso a lo largo de su vida, se verá como un hombre justo, sereno, dador de ayuda y conocimiento, se verá a la luz de las reglas dadas por Aristóteles, como un ser equilibrado en su actuar, pues siempre encontrará el justo medio, que no afecte su actuar.

Suena fácil, y nos da el mejor camino a seguir, pero la verdad sea dicha, aún existimos, quienes encontrar ese equilibrio nos resulta una tarea bastante ardua. Me inclino por el pensamiento de Aristóteles en tanto en cuanto, es la razón, la guía perfecta y contundente de nuestro actuar, sin ella, perderíamos las riendas de nuestra vida, tal como lo plantea Platón cuando nos habla de auriga en donde la razón es quien conduce el coche y tiene atadas a un lado la

"Las almas más grandes son tan capaces de los mayores vicios

como de las mayores virtudes."

René Descartes

voluntad y al otro el apetito. Sin ese cochero tal vez el coche se voltearía la mayoría de las veces hacia el lado de los apetitos, pues éstos para mucho son los que nos proporciona mayor placer y tendemos a pensar que lo placentero es lo bueno, porque satisfacemos nuestras necesidades.

La dificultad se presenta entonces, al momento de ponernos un límite a los apetitos y darnos cuanta que debemos obrar conforme a la razón, que es la única capaz de decirnos las cosas como son.

Si no lo hacemos, es cuando empezamos un camino hacia la prostitución de nuestro actuar ético, y muchas veces ese camino es sin boleto de regreso.

Actuamos por conveniencia, porque las cosa se dan como nos favorecen, aún cuando sabemos que estamos haciendo el contrario de lo que debería ser.

Sin embargo acá debo aclarar en algo la postura que tengo respecto al deber; debo decir, que no soy partidaria de la postura Kantiana, cuando nos dice que actuamos moralmente sólo cuando hemos dejado de lado todos los motivos que surgen de nuestro deseos o inclinaciones; es decir que para él debemos cumplir con el deber por el deber mismo, sólo cuando hacemos lo que debemos actuamos éticamente.

No concibo mi comportamiento moral totalmente desligado del interés personal, y lo que muchas veces en mi sentir me impulsa a actuar de tal o cual manera. No entiendo como un actuar mío, cargado de solidaridad, caridad, amor por el prójimo, se desprenda de la concepción moral misma, por el hecho de que ese actuar mío, no lo hice impulsada por un deber desprovisto de interés, es decir es un deber desnudo, sin ninguna clase de ropaje ni complemento… ¡El deber por el deber! Que diría Aristóteles quien veía a la Felicidad como una activad “Aquellas actividades son deseables en sí mismas porque no se busca algo más allá de la simple actividad y las que son de esta naturaleza son las acciones virtuosas porque hacer lo noble y lo bueno es lo deseable en si mismo” No es el deber como tal, es el deseo, el interés que tengo no sólo en buscar mi bien sino también el de lo demás.

Aristóteles nos muestra como la grandeza se halla en el hacer bien a tu prójimo desligado de la idea de pensar en tu interés como único existente. Sé y soy conciente que el actuar de una manera moral no siempre puede estar supeditado a sentir un interés, pues hay circunstancias en que ese interés no es el más benigno sentimiento que tengamos, es obvio que hay ocasiones en que nuestros actos tengan como causa el deber que sentimos de actuar de esa manera, pero no siempre debemos justificarlo así….

[1]

De lo anterior también podemos deducir, que al elegir vivir nuestra vida, de manera que adecuemos nuestros comportamientos a nuestra voluntad propia y no a una voluntad arraigada al seno puramente familiar, significa que muchas de nuestras acciones tendrán per se un limite. Y ese límite lo impone uno mismo, sin tener en cuanta condicionamientos religiosos o políticos, es decir, mucho obramos éticamente por temor a que cuando muramos no lleguemos al cielo al lado del padre, es un temor reverencial hacia un Ser superior, y muchas veces actuamos más por miedo al no perdón, que por convicción; y si no es por ello, porque no creemos en un Dios, entonces actuamos así por temor reverencial a ley, Violación ley = castigo. He aquí de nuevo un interés, puede éste ser de temor o de respeto, de convicción o de amor.

La idea central a la que quiero llegar por medio de este escrito, es hacer entender mi punto de vista al lector, de cómo considero, que por más que se actué con la razón, acompañada de un interés que debe en lo posible de ser desprendido de un interés material, sino moral, y por más que optemos muchas veces por el camino que mejor nos parezca, nos enfrentamos en nuestra cotidianidad a factores que hacen prostituir nuestros preceptos, nuestra conciencia, nuestra vida.

"El secreto de la existencia humana no solo está en vivir,

sino también en saber para qué se vive."

Fedor Dostoievski

Si ustedes al igual que yo tuvieron la oportunidad de leer “Ética a Nicómaco” como un manual en donde nos dan una ayuda para llegar al punto ideal del hombre, que es el ser felices, deben, o mejor dicho debemos primero mirar hacia que punto direccionamos, en nuestra brújula, lo ético en nuestro diario vivir.

Si pensamos como Kant, como Aristóteles, como Platón, si para nosotros hay un interés en si mismo en la ética y en el actuar de manera virtuosa, si eso nos conduce a encontrar la felicidad, pero la felicidad verdadera, hallando la verdad en nuestro interior y en nuestra razón, pues siempre, sin duda alguna, sin ella, la razón; lo más factible es que vivamos bajo una felicidad etérea y estéril.

Sea la razón que nos conduzca a actuar como actuamos, es claro, que no estamos solos en la búsqueda, existen ayudas que nos dan la luz, no digo, y no es mi intención hacer una propaganda exclusiva al libro materia de mi examen, pero sí, es una de las tantas herramientas que se encuentran para pulir la respuesta que todos tratamos de encontrar.

Muy posiblemente para quien sea de la corriente de Kant, no halle grandes cosas en este libro de ética, pero también pueden haber quienes piensen así como lo hizo David Hume al considerar que la razón para hacer algo tiene que derivar de un deseo o un emoción, recomienda él una ética basada en la presencia del interés personal; pero, aclaro e insisto en esto, es un interés no egoísta que ponga como centro a un yo; sino que también tal como lo dispuso Aristóteles, es un interés de todos.

Finalmente siento mucho, si para quien lee este escrito, mi idea la desarrollo no basada ciento por ciento, en el libro de Aristóteles, pero es imposible enfrascarme en un solo texto, y menos respecto a un tema tan controvertido en estos tiempo, la ética, su desfiguración, y como ésta es también la llave que abre la puerta de nuestra felicidad, de nuestro vivir cotidiano como animales racionales que somos.

…después de todo, ese amigo tenía razón… muchas veces nos prostituimos: no nuestro cuerpo, pero si su sustento, nuestra alma y mente.

Luisa Fernanda Huertas Gálvez

Renunciar a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres,

y con esto a todos los deberes de la humanidad."

Jean Jacques Rousseau


[1] SINGER Peter. ÉTICA PARA VIVIR MEJOR. Editorial ARIEL, primera edición-1.996. Capítulo IX “La naturaleza de la ética” página 22

Genialidad incomprendida (Kant) Zuluaga

KANT: ¿GENIALIDAD INCOMPRENDIDA O PLANTEAMIENTOS ABSURDOS?

Por: Ma. Margarita Zuluaga Ovalle.

Kant, éste filósofo prusiano que probablemente ha tenido mas detractores que simpatizantes ha sido punto de partida de controversias que se han prolongado por poco más de dos siglos, su vida, a juzgar por su amplia producción intelectual que se hace patente en sus múltiples obras estuvo dedicada en gran parte, si no por completo, a la estructuración de una ética trascendental, que si bien no es posible como ciencia porque no es demostrable, debe tener una marcha tan segura como la de ésta y que por ello requiere de un imperativo categórico, a saber: la moral.

Para este caso en concreto se hace necesario estudiar “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” una obra que pretende erigir , desde luego de forma teórica, los fundamentos de esa ética trascendental; en esta obra Kant parte de la base de una razón inequívocamente destinada a la producción de una voluntad buena en sí misma , la cual es necesaria para regir la vida del individuo, pues es claro que éste posee una serie de bienes espirituales o cualidades, junto a una serie de bienes materiales , en cuyo manejo se contraponen dos fuerzas muy poderosas : instinto y razón , por lo cual debe entenderse que dichos bienes no tienen una bondad sin restricción y es ahí donde surge la imperiosa necesidad de una voluntad buena.

Junto al concepto de buena voluntad nace el deber pues éste constituye el criterio determinante de la misma, sosteniendo de esta forma que no sólo debe actuarse conforme al deber sino por el deber, es decir, que se prescinda de cualquier criterio exógeno a él, incluso yendo contra lo que resulta agradable al individuo y es así como este filósofo concluye que debe procurarse la felicidad no sólo por inclinación sino por deber, esto es lo que da contenido moral a la acción, éste anterior planteamiento conlleva al respeto de la ley como fundamento de la voluntad, pues esta se ve determinada objetivamente por ella y subjetivamente por el respeto a la misma.

Sin embargo de forma complementaria a esa determinación, Kant reconoce una dialéctica natural en la que se tiende a discutir las leyes del deber en contraposición a las propias inclinaciones y es en dicho momento donde subyace el conocimiento moral de la razón vulgar, a través del cual cada persona sabe qué es bueno y qué es malo, y entonces debe actuar conforme a esta fórmula del imperativo categórico: “Obra de tal forma que tu máxima (entendida ésta como principio objetivo del querer) deba convertirse en ley universal”.

La voluntad buena debe entonces ceñirse a lo que el imperativo categórico, la moralidad, le dicte lo cual está dado por la razón pura independientemente de toda experiencia, es decir, sus principios son eminentemente a priori, llegando por esta vía a una filosofía objetiva que prescinde, para explicarse, de cualquier tipo de ejemplos los cuales constituyen presupuesto importante para la filosofía moral. Todo se rige por leyes y sólo un ser racional puede representarse las leyes, esto es, por principios: posee una voluntad que equivale a una razón práctica y si ésta sopesando razón y resortes subjetivos opta por las leyes objetivas, a ello se le llama constricción y lo que es constrictivo para la razón se llama mandato y la fórmula de éste se llama imperativo que bien puede ser hipotético (acción buena como medio), o categórico (acción buena en sí).

Es claro, para el común de las personas, que el ser racional por necesidad natural busca la felicidad para lo cual escoge una serie de medios y tal elección, por tanto, será un imperativo hipotético y quien quiere un fin, en este caso la felicidad, querrá también los medios conducentes a ella y es difícil definirla porque todos sus elementos son empíricos por ello no constituye el ideal de la razón sino el ideal de la imaginación, pues cada individuo establecerá en que consistirá su felicidad conforme a sus deseos, inclinaciones y necesidades. En cambio, el imperativo categórico, que es igual a decir imperativo de la moralidad, es el único que se expresa en ley práctica, pero es difícil conocerlo, los demás imperativos serán simplemente principios. Entonces podrá decirse que los fundamentos empíricos están encaminados a la felicidad, mientras los fundamentos racionales buscan la perfección.

Resurge entonces, dentro de la citada obra, el concepto de voluntad que es la facultad de autodeterminarse conforme a la representación de determinadas leyes, ésta se somete a la ley de la que ella misma es autora, se trata de una voluntad legisladora que supone el principio de la autonomía de la voluntad que constituye el principio supremo de la moralidad ,por oposición a la heteronomía; todo ello teniendo en cuenta que todo ser racional es fin en sí mismo y la moralidad es condición para ello, su existencia posee un valor absoluto en sí mismo pues el hombre no es medio para llevar a cabo otro fin y los demás como seres racionales que son, también deben ser considerados como fines y es así como cada cual se haya inmerso en el reino de los fines : los de cada uno individualmente considerado y los de todos los seres racionales, lo que supone un enlace sistemático de los seres racionales por leyes objetivas comunes, entonces, un ser racional es miembro de este reino tanto como legislador universal como sujeto a sus leyes; en dicho reino todo tiene o precio (que puede sustituirse por algo equivalente) o dignidad (no admite nada equivalente).

Ahora, teniendo el contexto concreto del reino de los fines es necesario darle ciertas calidades a la voluntad como la libertad de darse una ley a sí misma, es una voluntad autolegisladora, una voluntad libre equivale, de esta manera, a una voluntad sometida a leyes morales, la libertad es la propiedad de la voluntad en los seres racionales. Cuando la persona está de frente al mundo como sujeto cognoscente no capta lo que las cosas son en sí mismas sino los fenómenos, es decir, la forma en que le afectan lo mismo ocurre en su autoapreciación; entonces se hacen patentes dos mundos en los que el sujeto se mueve: uno sensible (varía según el sujeto) y otro inteligible (es inmutable). Al pensarnos como sujetos libres nos incluimos en el mundo inteligible y conocemos la autonomía de la voluntad con su consecuencia: la moralidad, pero si nos pensamos como obligados pertenecemos al mundo sensible y al mismo tiempo al inteligible y es precisamente de esta apreciación de donde puede surgir la idea de que la libertad y la necesidad natural no se contradicen pues ninguna puede suprimirse y por lo mismo se ven necesariamente unidas.

Ahora, después de esbozar brevemente las ideas generales de la citada obra es necesario conocer las reacciones que frente a ellas y en general frente a la obra kantiana se han suscitado, hay de forma generalizada cierta reprobación a esta ética trascendental, sin embargo hay quienes rescatan algunas de sus virtudes y es que no es fácil defender planteamientos tan radicales como los expuestos por Kant.

Las críticas más frecuentes a su obra hacen alusión a la deshumanización de la razón, pues la referencia que a ella hace no la deja al alcance de los hombres, es fría y rígida no tiene calor humano y aunque es claro que no desconoce aquella parte del ser humano que supone gran debilidad sí la niega en la práctica porque sus ideas sobre una voluntad despojada de cualquier tipo de interés ya provenga este de un deseo, de una necesidad o de un sentimiento es negarle al ser humano su dimensión más visible y aquella que mas lo mueve, es negarle a cada hombre sus sueños y sus deseos los cuales muchas veces constituyen el motor de la existencia, un motivo para luchar y por que no decirlo un motivo para vivir y que lo impulsa a sobrepasar los obstáculos que siempre se tienen en la vida, en este ámbito cada persona deja ver lo peor de sí pero también lo más sublime, aquello que la engrandece y la dignifica como tal. Es innegable que la razón esclarece al sentimiento y lo eleva a su verdad y a su vez el sentimiento mueve a la razón, por ello puede decirse que no puede hacerse una categórica escisión entre razón y sentimiento pues se complementan, se necesitan. José Luis Aranguren, filósofo español en su ensayo titulado: Filosofías racionalistas, filosofías noéticas y Kant, se une a lo anterior con la siguiente crítica al autor prusiano: “El pensamiento de Kant es moralista en su sentido mas estrecho y restringido: el deontológico, que al dar primacía a los conceptos del deber y obligación hace fácil tránsito a la filosofía jurídica”.

Hay quienes afirman que la supuesta autonomía de la razón práctica no supone, según los preceptos kantianos, sino el sometimiento de todo el mundo pasional al mundo de lo racional, pues la libertad bajo tales preceptos no es entendida sino como la liberación de las pasiones humanas, esto se concreta en afirmaciones tales como esta de la filósofa española Esperanza Guisán: “La autonomía del hombre se convierte, a la postre, en su dependencia de una concepción puritana de la existencia que la obliga a prescindir del goce como una de las metas importantes de su vida”, es entonces como consideran muchos críticos que el hombre kantiano no encuentra placer en la vida sino que hace de ella un deber. Contrario a esto, algunos conciben la libertad kantiana como una libertad de autodeterminación que se expresa a través de una serie de dualidades: la pertenencia del hombre a dos mundos y al decir de Horkeheimer, Kant tuvo una intuición genial: los individuos pueden regirse por dos leyes, la ley natural, que no es sino la ley económica del beneficio individual, propia del sistema de libre competencia y la ley moral de una sociedad humana libre, ésta trasciende los imperativos por el interés de una sociedad de hombres libres e iguales, es el mundo inteligible el que hace posible ese paso que se materializa en la autolegislación.

Pero así como ha recibido grandes críticas, hay quienes rescatan las virtudes de esta filosofía que bien podría tildarse de sui generis y de coloquios en torno suyo entre sus defensores hay quienes afirman que el formalismo kantiano a pesar de haber sido muy criticado nos ha permitido superar el determinismo económico establecido a través de la tirana ley del precio, pues bien, hay algo que no tiene precio sino dignidad: el hombre, tanto así, que es capaz de autolegislarse lo que ya supone el gran valor y capacidades que este filósofo no pretende, en forma alguna, ignorar.

Es éste un somero recuento de la filosofía kantiana con escasas luces acerca de las reacciones que en el mundo intelectual ha suscitado, es esta la filosofía de un hombre que según uno de sus más reconocidos biógrafos Casirer a medida que iba progresando como filósofo iba apartándose más y más de las tendencias sentimentales de su tiempo, algunos se han atrevido a afirmar que era un deísta lo cual es absolutamente consecuente con su ateísmo práctico, aunque nunca trascendió a un ateísmo teórico, quizás por las presiones de su época y las reacciones que su obra “La religión dentro de los límites de la mera razón“ generaron; afirmó que la existencia de Dios no puede demostrarse, pero tampoco es demostrable su no existencia así que planteó de manera implícita que así Dios no exista, el individuo debe regirse por la moral, incluso si no obtiene esa recompensa divina por su vida virtuosa.

Finalmente puede decirse que Kant diseñó una ética que podría decirse utópica, aunque loable y excesivamente altruista, si cada persona pretendiera actuar bajo los preceptos propuestos por este filósofo el mundo tomaría otros matices donde realmente prevalecería la dignidad humana, lo cierto es que día a día la historia, construida por la humanidad se encarga de confirmarnos la conocida máxima de Thomas Hobbes: “Homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre.”