14 febrero 2007

Etica a Nicómaco (Aristóteles) Huertas

“La prostitución de lo ético en nosotros”

Por: LUISA FERNANDA HUERTAS GÁLVEZ

Que cada hombre construya su propia catedral.

¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas?"

Jorge Luis Borges

LA PROSTITUCIÓN DE LO ÉTICO EN NOSOTROS

Era un día de examen como cualquier otro, Salí de presentarlo y sentía en mi algo de rabia… y un amigo me dijo “a veces prostituimos nuestro intelecto, eres una prostituta intelectual”…

Me pregunto, si en más de una ocasión, sabemos que lo que vamos a decir va en contra de lo que pensamos o creemos y sin embargo lo decimos, pues de no hacerlo no adquirimos la calificación que queremos o necesitamos, ni siquiera la que merecemos…. pues ante tal hipocresía intelectual no mereceríamos ser calificados.

De igual manera ocurre con nuestro actuar y es por ello que confieso haberme sentido prostituida por un actuar que va en contra de todo comportamiento debido en una sociedad.

Desde siempre, creo yo, que desde que nacemos; nuestros padres de preocupan por hacer de nuestras vidas una vida feliz y placentera, nos tratan de apartar de todo sufrimiento para que no sintamos dolor. Pero la verdad es lograr saber: ¿hasta qué punto depende de ellos el que seamos personas felices? ¿Somos felices gracias a ellos o gracias a nosotros? Considero que de optar por la primera opción (gracias a ellos) no seríamos libres, estaríamos condicionando nuestro actuar como un todo a la subordinación de ellos, la crianza es algo complicado, y necesario, pero llega un punto donde debemos tomar las riendas de nuestra vida y empezar a vivirla conforme a lo que pensamos y creemos, de no ser así por más que lo poseamos todo materialmente, seguiremos siendo el sujeto pasivo que todo lo recibe lo digiere y no lo entiende. Nos invade el temor que de contradecirlos en algo sea el boleto de salida de nuestra guarida a un mundo que no conocemos.

“Vivir éticamente es pensar en cosas que están más allá de nuestros propios intereses.

Cuando pienso éticamente, devengo un único ser, con necesidades y deseo propios, sin duda,

pero que vive entre otros seres que también tienen necesidades y deseos”

Meter Singer

Si por el contrario optáramos por la segunda opción, por aquella en la que creemos que somos los autores de nuestra propia felicidad, tomaríamos la difícil pero necesaria decisión de conducir nuestras conductas de atarla a la razón y por medio de ella empezar a discernir lo que es bueno de lo que es malo, y optar por realizar las conductas que deseamos vivir o no vivir.

En últimas, la consecuencia que se deriva de esta opción es sin duda alguna haber optado por recorrer el camino más duro y difícil de todos, “el ser felices”.

Y es sin duda para mi el más difícil, porque quién nos dice a nosotros qué es la felicidad, qué implica encontrarla y cómo hacerlo.

Para muchos encontrar la felicidad significa tener abundancia de cosas materiales, el más deseado es el dinero; para otros la felicidad consiste en desprenderse de todo lo material como ocurrió con Siddarta Gotama; Y para otros como Aristóteles, la felicidad consiste en vivir de acuerdo a las virtudes, el hombre virtuoso es quien hallará la felicidad y más si en medio de esa práctica de virtudes emplea como actividad principal la contemplación, el uso de la razón por encima de cualquier otra cosa.

No cabe duda, que para muchos consiste la felicidad en esto, y cómo no, si quien actúa como un hombre virtuoso a lo largo de su vida, se verá como un hombre justo, sereno, dador de ayuda y conocimiento, se verá a la luz de las reglas dadas por Aristóteles, como un ser equilibrado en su actuar, pues siempre encontrará el justo medio, que no afecte su actuar.

Suena fácil, y nos da el mejor camino a seguir, pero la verdad sea dicha, aún existimos, quienes encontrar ese equilibrio nos resulta una tarea bastante ardua. Me inclino por el pensamiento de Aristóteles en tanto en cuanto, es la razón, la guía perfecta y contundente de nuestro actuar, sin ella, perderíamos las riendas de nuestra vida, tal como lo plantea Platón cuando nos habla de auriga en donde la razón es quien conduce el coche y tiene atadas a un lado la

"Las almas más grandes son tan capaces de los mayores vicios

como de las mayores virtudes."

René Descartes

voluntad y al otro el apetito. Sin ese cochero tal vez el coche se voltearía la mayoría de las veces hacia el lado de los apetitos, pues éstos para mucho son los que nos proporciona mayor placer y tendemos a pensar que lo placentero es lo bueno, porque satisfacemos nuestras necesidades.

La dificultad se presenta entonces, al momento de ponernos un límite a los apetitos y darnos cuanta que debemos obrar conforme a la razón, que es la única capaz de decirnos las cosas como son.

Si no lo hacemos, es cuando empezamos un camino hacia la prostitución de nuestro actuar ético, y muchas veces ese camino es sin boleto de regreso.

Actuamos por conveniencia, porque las cosa se dan como nos favorecen, aún cuando sabemos que estamos haciendo el contrario de lo que debería ser.

Sin embargo acá debo aclarar en algo la postura que tengo respecto al deber; debo decir, que no soy partidaria de la postura Kantiana, cuando nos dice que actuamos moralmente sólo cuando hemos dejado de lado todos los motivos que surgen de nuestro deseos o inclinaciones; es decir que para él debemos cumplir con el deber por el deber mismo, sólo cuando hacemos lo que debemos actuamos éticamente.

No concibo mi comportamiento moral totalmente desligado del interés personal, y lo que muchas veces en mi sentir me impulsa a actuar de tal o cual manera. No entiendo como un actuar mío, cargado de solidaridad, caridad, amor por el prójimo, se desprenda de la concepción moral misma, por el hecho de que ese actuar mío, no lo hice impulsada por un deber desprovisto de interés, es decir es un deber desnudo, sin ninguna clase de ropaje ni complemento… ¡El deber por el deber! Que diría Aristóteles quien veía a la Felicidad como una activad “Aquellas actividades son deseables en sí mismas porque no se busca algo más allá de la simple actividad y las que son de esta naturaleza son las acciones virtuosas porque hacer lo noble y lo bueno es lo deseable en si mismo” No es el deber como tal, es el deseo, el interés que tengo no sólo en buscar mi bien sino también el de lo demás.

Aristóteles nos muestra como la grandeza se halla en el hacer bien a tu prójimo desligado de la idea de pensar en tu interés como único existente. Sé y soy conciente que el actuar de una manera moral no siempre puede estar supeditado a sentir un interés, pues hay circunstancias en que ese interés no es el más benigno sentimiento que tengamos, es obvio que hay ocasiones en que nuestros actos tengan como causa el deber que sentimos de actuar de esa manera, pero no siempre debemos justificarlo así….

[1]

De lo anterior también podemos deducir, que al elegir vivir nuestra vida, de manera que adecuemos nuestros comportamientos a nuestra voluntad propia y no a una voluntad arraigada al seno puramente familiar, significa que muchas de nuestras acciones tendrán per se un limite. Y ese límite lo impone uno mismo, sin tener en cuanta condicionamientos religiosos o políticos, es decir, mucho obramos éticamente por temor a que cuando muramos no lleguemos al cielo al lado del padre, es un temor reverencial hacia un Ser superior, y muchas veces actuamos más por miedo al no perdón, que por convicción; y si no es por ello, porque no creemos en un Dios, entonces actuamos así por temor reverencial a ley, Violación ley = castigo. He aquí de nuevo un interés, puede éste ser de temor o de respeto, de convicción o de amor.

La idea central a la que quiero llegar por medio de este escrito, es hacer entender mi punto de vista al lector, de cómo considero, que por más que se actué con la razón, acompañada de un interés que debe en lo posible de ser desprendido de un interés material, sino moral, y por más que optemos muchas veces por el camino que mejor nos parezca, nos enfrentamos en nuestra cotidianidad a factores que hacen prostituir nuestros preceptos, nuestra conciencia, nuestra vida.

"El secreto de la existencia humana no solo está en vivir,

sino también en saber para qué se vive."

Fedor Dostoievski

Si ustedes al igual que yo tuvieron la oportunidad de leer “Ética a Nicómaco” como un manual en donde nos dan una ayuda para llegar al punto ideal del hombre, que es el ser felices, deben, o mejor dicho debemos primero mirar hacia que punto direccionamos, en nuestra brújula, lo ético en nuestro diario vivir.

Si pensamos como Kant, como Aristóteles, como Platón, si para nosotros hay un interés en si mismo en la ética y en el actuar de manera virtuosa, si eso nos conduce a encontrar la felicidad, pero la felicidad verdadera, hallando la verdad en nuestro interior y en nuestra razón, pues siempre, sin duda alguna, sin ella, la razón; lo más factible es que vivamos bajo una felicidad etérea y estéril.

Sea la razón que nos conduzca a actuar como actuamos, es claro, que no estamos solos en la búsqueda, existen ayudas que nos dan la luz, no digo, y no es mi intención hacer una propaganda exclusiva al libro materia de mi examen, pero sí, es una de las tantas herramientas que se encuentran para pulir la respuesta que todos tratamos de encontrar.

Muy posiblemente para quien sea de la corriente de Kant, no halle grandes cosas en este libro de ética, pero también pueden haber quienes piensen así como lo hizo David Hume al considerar que la razón para hacer algo tiene que derivar de un deseo o un emoción, recomienda él una ética basada en la presencia del interés personal; pero, aclaro e insisto en esto, es un interés no egoísta que ponga como centro a un yo; sino que también tal como lo dispuso Aristóteles, es un interés de todos.

Finalmente siento mucho, si para quien lee este escrito, mi idea la desarrollo no basada ciento por ciento, en el libro de Aristóteles, pero es imposible enfrascarme en un solo texto, y menos respecto a un tema tan controvertido en estos tiempo, la ética, su desfiguración, y como ésta es también la llave que abre la puerta de nuestra felicidad, de nuestro vivir cotidiano como animales racionales que somos.

…después de todo, ese amigo tenía razón… muchas veces nos prostituimos: no nuestro cuerpo, pero si su sustento, nuestra alma y mente.

Luisa Fernanda Huertas Gálvez

Renunciar a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres,

y con esto a todos los deberes de la humanidad."

Jean Jacques Rousseau


[1] SINGER Peter. ÉTICA PARA VIVIR MEJOR. Editorial ARIEL, primera edición-1.996. Capítulo IX “La naturaleza de la ética” página 22