14 febrero 2007

Genialidad incomprendida (Kant) Zuluaga

KANT: ¿GENIALIDAD INCOMPRENDIDA O PLANTEAMIENTOS ABSURDOS?

Por: Ma. Margarita Zuluaga Ovalle.

Kant, éste filósofo prusiano que probablemente ha tenido mas detractores que simpatizantes ha sido punto de partida de controversias que se han prolongado por poco más de dos siglos, su vida, a juzgar por su amplia producción intelectual que se hace patente en sus múltiples obras estuvo dedicada en gran parte, si no por completo, a la estructuración de una ética trascendental, que si bien no es posible como ciencia porque no es demostrable, debe tener una marcha tan segura como la de ésta y que por ello requiere de un imperativo categórico, a saber: la moral.

Para este caso en concreto se hace necesario estudiar “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” una obra que pretende erigir , desde luego de forma teórica, los fundamentos de esa ética trascendental; en esta obra Kant parte de la base de una razón inequívocamente destinada a la producción de una voluntad buena en sí misma , la cual es necesaria para regir la vida del individuo, pues es claro que éste posee una serie de bienes espirituales o cualidades, junto a una serie de bienes materiales , en cuyo manejo se contraponen dos fuerzas muy poderosas : instinto y razón , por lo cual debe entenderse que dichos bienes no tienen una bondad sin restricción y es ahí donde surge la imperiosa necesidad de una voluntad buena.

Junto al concepto de buena voluntad nace el deber pues éste constituye el criterio determinante de la misma, sosteniendo de esta forma que no sólo debe actuarse conforme al deber sino por el deber, es decir, que se prescinda de cualquier criterio exógeno a él, incluso yendo contra lo que resulta agradable al individuo y es así como este filósofo concluye que debe procurarse la felicidad no sólo por inclinación sino por deber, esto es lo que da contenido moral a la acción, éste anterior planteamiento conlleva al respeto de la ley como fundamento de la voluntad, pues esta se ve determinada objetivamente por ella y subjetivamente por el respeto a la misma.

Sin embargo de forma complementaria a esa determinación, Kant reconoce una dialéctica natural en la que se tiende a discutir las leyes del deber en contraposición a las propias inclinaciones y es en dicho momento donde subyace el conocimiento moral de la razón vulgar, a través del cual cada persona sabe qué es bueno y qué es malo, y entonces debe actuar conforme a esta fórmula del imperativo categórico: “Obra de tal forma que tu máxima (entendida ésta como principio objetivo del querer) deba convertirse en ley universal”.

La voluntad buena debe entonces ceñirse a lo que el imperativo categórico, la moralidad, le dicte lo cual está dado por la razón pura independientemente de toda experiencia, es decir, sus principios son eminentemente a priori, llegando por esta vía a una filosofía objetiva que prescinde, para explicarse, de cualquier tipo de ejemplos los cuales constituyen presupuesto importante para la filosofía moral. Todo se rige por leyes y sólo un ser racional puede representarse las leyes, esto es, por principios: posee una voluntad que equivale a una razón práctica y si ésta sopesando razón y resortes subjetivos opta por las leyes objetivas, a ello se le llama constricción y lo que es constrictivo para la razón se llama mandato y la fórmula de éste se llama imperativo que bien puede ser hipotético (acción buena como medio), o categórico (acción buena en sí).

Es claro, para el común de las personas, que el ser racional por necesidad natural busca la felicidad para lo cual escoge una serie de medios y tal elección, por tanto, será un imperativo hipotético y quien quiere un fin, en este caso la felicidad, querrá también los medios conducentes a ella y es difícil definirla porque todos sus elementos son empíricos por ello no constituye el ideal de la razón sino el ideal de la imaginación, pues cada individuo establecerá en que consistirá su felicidad conforme a sus deseos, inclinaciones y necesidades. En cambio, el imperativo categórico, que es igual a decir imperativo de la moralidad, es el único que se expresa en ley práctica, pero es difícil conocerlo, los demás imperativos serán simplemente principios. Entonces podrá decirse que los fundamentos empíricos están encaminados a la felicidad, mientras los fundamentos racionales buscan la perfección.

Resurge entonces, dentro de la citada obra, el concepto de voluntad que es la facultad de autodeterminarse conforme a la representación de determinadas leyes, ésta se somete a la ley de la que ella misma es autora, se trata de una voluntad legisladora que supone el principio de la autonomía de la voluntad que constituye el principio supremo de la moralidad ,por oposición a la heteronomía; todo ello teniendo en cuenta que todo ser racional es fin en sí mismo y la moralidad es condición para ello, su existencia posee un valor absoluto en sí mismo pues el hombre no es medio para llevar a cabo otro fin y los demás como seres racionales que son, también deben ser considerados como fines y es así como cada cual se haya inmerso en el reino de los fines : los de cada uno individualmente considerado y los de todos los seres racionales, lo que supone un enlace sistemático de los seres racionales por leyes objetivas comunes, entonces, un ser racional es miembro de este reino tanto como legislador universal como sujeto a sus leyes; en dicho reino todo tiene o precio (que puede sustituirse por algo equivalente) o dignidad (no admite nada equivalente).

Ahora, teniendo el contexto concreto del reino de los fines es necesario darle ciertas calidades a la voluntad como la libertad de darse una ley a sí misma, es una voluntad autolegisladora, una voluntad libre equivale, de esta manera, a una voluntad sometida a leyes morales, la libertad es la propiedad de la voluntad en los seres racionales. Cuando la persona está de frente al mundo como sujeto cognoscente no capta lo que las cosas son en sí mismas sino los fenómenos, es decir, la forma en que le afectan lo mismo ocurre en su autoapreciación; entonces se hacen patentes dos mundos en los que el sujeto se mueve: uno sensible (varía según el sujeto) y otro inteligible (es inmutable). Al pensarnos como sujetos libres nos incluimos en el mundo inteligible y conocemos la autonomía de la voluntad con su consecuencia: la moralidad, pero si nos pensamos como obligados pertenecemos al mundo sensible y al mismo tiempo al inteligible y es precisamente de esta apreciación de donde puede surgir la idea de que la libertad y la necesidad natural no se contradicen pues ninguna puede suprimirse y por lo mismo se ven necesariamente unidas.

Ahora, después de esbozar brevemente las ideas generales de la citada obra es necesario conocer las reacciones que frente a ellas y en general frente a la obra kantiana se han suscitado, hay de forma generalizada cierta reprobación a esta ética trascendental, sin embargo hay quienes rescatan algunas de sus virtudes y es que no es fácil defender planteamientos tan radicales como los expuestos por Kant.

Las críticas más frecuentes a su obra hacen alusión a la deshumanización de la razón, pues la referencia que a ella hace no la deja al alcance de los hombres, es fría y rígida no tiene calor humano y aunque es claro que no desconoce aquella parte del ser humano que supone gran debilidad sí la niega en la práctica porque sus ideas sobre una voluntad despojada de cualquier tipo de interés ya provenga este de un deseo, de una necesidad o de un sentimiento es negarle al ser humano su dimensión más visible y aquella que mas lo mueve, es negarle a cada hombre sus sueños y sus deseos los cuales muchas veces constituyen el motor de la existencia, un motivo para luchar y por que no decirlo un motivo para vivir y que lo impulsa a sobrepasar los obstáculos que siempre se tienen en la vida, en este ámbito cada persona deja ver lo peor de sí pero también lo más sublime, aquello que la engrandece y la dignifica como tal. Es innegable que la razón esclarece al sentimiento y lo eleva a su verdad y a su vez el sentimiento mueve a la razón, por ello puede decirse que no puede hacerse una categórica escisión entre razón y sentimiento pues se complementan, se necesitan. José Luis Aranguren, filósofo español en su ensayo titulado: Filosofías racionalistas, filosofías noéticas y Kant, se une a lo anterior con la siguiente crítica al autor prusiano: “El pensamiento de Kant es moralista en su sentido mas estrecho y restringido: el deontológico, que al dar primacía a los conceptos del deber y obligación hace fácil tránsito a la filosofía jurídica”.

Hay quienes afirman que la supuesta autonomía de la razón práctica no supone, según los preceptos kantianos, sino el sometimiento de todo el mundo pasional al mundo de lo racional, pues la libertad bajo tales preceptos no es entendida sino como la liberación de las pasiones humanas, esto se concreta en afirmaciones tales como esta de la filósofa española Esperanza Guisán: “La autonomía del hombre se convierte, a la postre, en su dependencia de una concepción puritana de la existencia que la obliga a prescindir del goce como una de las metas importantes de su vida”, es entonces como consideran muchos críticos que el hombre kantiano no encuentra placer en la vida sino que hace de ella un deber. Contrario a esto, algunos conciben la libertad kantiana como una libertad de autodeterminación que se expresa a través de una serie de dualidades: la pertenencia del hombre a dos mundos y al decir de Horkeheimer, Kant tuvo una intuición genial: los individuos pueden regirse por dos leyes, la ley natural, que no es sino la ley económica del beneficio individual, propia del sistema de libre competencia y la ley moral de una sociedad humana libre, ésta trasciende los imperativos por el interés de una sociedad de hombres libres e iguales, es el mundo inteligible el que hace posible ese paso que se materializa en la autolegislación.

Pero así como ha recibido grandes críticas, hay quienes rescatan las virtudes de esta filosofía que bien podría tildarse de sui generis y de coloquios en torno suyo entre sus defensores hay quienes afirman que el formalismo kantiano a pesar de haber sido muy criticado nos ha permitido superar el determinismo económico establecido a través de la tirana ley del precio, pues bien, hay algo que no tiene precio sino dignidad: el hombre, tanto así, que es capaz de autolegislarse lo que ya supone el gran valor y capacidades que este filósofo no pretende, en forma alguna, ignorar.

Es éste un somero recuento de la filosofía kantiana con escasas luces acerca de las reacciones que en el mundo intelectual ha suscitado, es esta la filosofía de un hombre que según uno de sus más reconocidos biógrafos Casirer a medida que iba progresando como filósofo iba apartándose más y más de las tendencias sentimentales de su tiempo, algunos se han atrevido a afirmar que era un deísta lo cual es absolutamente consecuente con su ateísmo práctico, aunque nunca trascendió a un ateísmo teórico, quizás por las presiones de su época y las reacciones que su obra “La religión dentro de los límites de la mera razón“ generaron; afirmó que la existencia de Dios no puede demostrarse, pero tampoco es demostrable su no existencia así que planteó de manera implícita que así Dios no exista, el individuo debe regirse por la moral, incluso si no obtiene esa recompensa divina por su vida virtuosa.

Finalmente puede decirse que Kant diseñó una ética que podría decirse utópica, aunque loable y excesivamente altruista, si cada persona pretendiera actuar bajo los preceptos propuestos por este filósofo el mundo tomaría otros matices donde realmente prevalecería la dignidad humana, lo cierto es que día a día la historia, construida por la humanidad se encarga de confirmarnos la conocida máxima de Thomas Hobbes: “Homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre.”