14 febrero 2007

La moral utilitarista (Hume) López

LA MORAL EMOTIVISTA Y UTILITARISTA SEGÚN DAVID HUME

POR: LORENA LÓPEZ SUÁREZ

Si damos un vistazo a los diferentes escenarios del pasado y los comparamos con nuestro presente, encontramos que son ellos quienes nos demuestran que el tema de la moral ha sido tan relevante y variable como ella misma, y es por esta razón que podríamos afirmar que la moral ha sido directamente influenciada por los cambios sociales, ideológicos y culturales. Cambios de los cuales los diferentes pensadores han escrito un sin número de obras, con el objetivo único de determinar cuál es su fundamento y naturaleza tal como sucede en el caso de David Hume con su obra investigación sobre los principios de la moral.

Para empezar necesariamente debemos preguntarnos ¿cuál es el fundamento de la moral? ¿Deriva lo que denominamos moral, de nuestro estricto raciocinio, tal como lo han señalado múltiples ideólogos de la moral? .Seguramente que muchos de estos ilustres responderían a una sola voz, afirmando que es solo nuestra razón lo que nos permite determinar que acto es moral y cual otro no, y que conducta es o no ética de acuerdo a los patrones ya adquiridos por la mayoría de personas dentro de una sociedad.

Pero frente a esto podemos cuestionarnos tal como Hume, si acaso el obrar en un determinado sentido o no, o si lo que traza las directrices de la conducta humana, puede obedecer muchas veces no a lo que nos mande la razón sino también el sentimiento, podríamos pensar ¿Es acaso la razón la que nos invita a querer hacer algo, que se denomina bueno, y a rechazar aquello que denominamos malo? ¿Tiene alguna relación el deseo de obrar bien, con el sentimiento más que con nuestra fría razón? Sin duda es aquí en donde encontramos una voz antagónica a las preponderantes posiciones de quienes no conciben que el fundamento de la moral no sea más que la razón, pues sin duda en el fondo encontramos un nuevo fundamento de la moral en ese sentido, y es el del sentimiento, tal como lo defiende Hume cuando señala que “Se puede discutir acerca de la verdad, pero no sobre el gusto. Lo que existe en la naturaleza de las cosas es la norma de nuestro juicio; lo que cada hombre siente dentro de sí mismo es la norma del sentimiento”[1]

Esta bipolar apreciación sobre el fundamento de la moral, refleja una corriente de apreciaciones racionalistas y emotivistas morales, que sostiene de un lado que la distinción entre lo bueno y lo malo tiene su origen en la razón, y del otro, que la moral es quien determina que conducta es censurable y que conducta merece elogio, posiciones que para muchos otros son conciliables haciendo un híbrido en el cual determinan que sin la razón, una moral que tiene como fuente el sentimiento, no puede encontrar los medios que logren obtener los beneficios sociales[2].

Para tener una visión más completa del anterior planteamiento, podemos cuestionarnos acerca de ¿cuál es el aporte de la razón en la conducta humana, en los actos virtuosos o no del ser humano?, ¿Finalmente la moral se funda o no en ella? Dar respuesta significa remitirnos más que al pensamiento racionalista, al propio pensamiento emotivista, y especialmente al de Hume, según el cual, si bien hallaba que la razón tenía un papel importante en el tema de la moral, sustentaba que esta no era suficiente para determinarla. Pero ¿cuál era ese papel importante?

Para Hume las cualidades o las acciones que alabamos son aquellas que guardan relación con la utilidad, con las consecuencias beneficiosas que traen consigo para la sociedad y para su poseedor y excepto casos sencillos y claros, es muy difícil dar con las leyes más justas, leyes que respeten los intereses contrapuestos de las personas y las peculiares circunstancias de cada acción, por lo que la razón puede ayudarnos a decidir cuáles son las consecuencias útiles de las cualidades y las acciones, y por lo tanto debe tener cierto papel en la experiencia moral.

Ahora bien, frente al tema de la utilidad moral, debemos percatarnos de que esta hace referencia a que, para que algo sea un bien debe ser bueno de algún modo para alguien. Por lo que los actos virtuosos al ser considerados como un bien que posee el ser humano deben de algún modo servir a los demás, pues de lo contrario no tendrían valor.

Es por lo anterior que debemos examinar la posición emotivista, quien crítica al racionalismo al señalar que la razón no es fundamento de la moral, pues podríamos preguntarnos si no habría aquí una contradicción con sus propias convicciones, ya que como Hume, le dan un papel protagónico a la razón pues es la que nos indica qué actos son beneficiosos para la sociedad, así si el solo sentimiento nos dice que un determinado acto es bueno pero no tiene ninguna utilidad para nadie, finalmente no terminaría sirviendo a nadie y por lo tanto no seria considerado como moral por nadie, y si llegamos a esta conclusión desde el mismo planteamiento ideológico de el emotivismo moral, no será entonces que la razón si vendría siendo el principal fundamento de la moral?

En éste punto del debate, es importante mencionar, que los pensadores utilitaristas, como Bentham, Hobbes o Hume nos muestran una teoría de la moral, en donde nadie, ni dogma religioso, principio, ciencia etc, puede exigir de los demás, actos que carezcan totalmente de utilidad, pues de lo contrario correría el riesgo de exigir actos vacíos, porque si lo examinamos todo, no hay nada que no tenga alguna utilidad para alguien[3].

Sin embargo, debemos tener en cuenta que en un sentido obvio ese argumento resuelve algunos problemas pero plantea otros tantos, porque si bien es correcto identificar la utilidad con la capacidad de uso, se abre otra cuestión obvia, y es que se plantea que esa moral es ¿útil para qué?. Ese “para qué”, ha sido resuelto, no muy bien visto por muchos, con el sencillo argumento de que la moral es útil para fomentar el placer y evitar el dolor.

Este es el llamado utilitarismo hedónico o hedonista, que al no ser entendido por muchos se ha ridiculizado, y prestado para que, aquellos que se mueven por pasiones consideren como moral lo que ha cada quien le genere el mayor placer y el menor dolor, visión subjetivista de la moral, que ha permitido ver lo ético como lo que está bien para cada cual, así podríamos llegar a concluir que se ha adoptado un estilo de vida en el que prima la búsqueda de la satisfacción personal, sobre la satisfacción social que nos determina la razón.

Pero aun cuando lo anterior nos muestre un aterrador panorama de la versión utilitarista de la moral, autores como Jeremías Bentham, apoyaron la idea según la cual hay que entender, que las personas de hecho son hedonistas, están motivadas por placeres y dolores, y que por lo tanto las teorías morales deben respetar ese hecho acerca del ser humano.

Y es ejemplo de ello el tema de la propiedad privada, pues todo ser humano vive para adquirir en mayor o menor medida la propiedad sobre los bienes, es decir vive motivado por ese deseo, así, Según Hume, debe ser apoyada la propiedad privada porque como puede verse, ésta es socialmente útil.

Ahora bien, podría parecer curioso a quien defiende la igualdad perfecta del ser humano, quien además, piensa que es socialmente útil porque beneficia a la humanidad, encontrar su edificio ideológico destruido por Hume, quien niega esta posibilidad justificándose en que el coste social de la igualdad perfecta sería prohibitivo, ya que ello destruiría la laboriosidad y el ahorro y conduciría, por tanto, a un empobrecimiento general, es decir que las consecuencias de la igualdad perfecta serían desastrosas[4]. Lo que finalmente terminaría por no producirnos placer, sino más bien dolor.

Conforme a lo anterior, es por la motivación de ese placer y del dolor que Hume niega la existencia de una "razón práctica" y la posibilidad de una fundamentación racional de la ética, porque el objeto de la moral (pasiones, y acciones) no es susceptible de ese acuerdo o desacuerdo entre las ideas sobre las que se basan lo verdadero y lo falso. Por lo tanto si la razón no puede ser la fuente del juicio de valor, hay que buscarlo en el sentimiento, que surge espontáneo en el hombre ante acciones consideradas virtuosas.

Este sentimiento revela que el hombre actúa por placer o gusto por lo cual la moral no puede ser austera ni pretender que haya una mortificación del alma o del cuerpo, porque su fin es la felicidad y el gozo de vivir. Y Es por esto que para autores como Hume no existe Dios, pues la prueba de ello, según él, es, que la religión tiene su origen en el sentimiento de miedo de la gente y en la ignorancia de las causas de los hechos terribles de la naturaleza, situación que termina aminorando el deseo de felicidad del hombre[5]. Frente a esta posición habría que preguntarle a Hume ¿Qué considera él como la felicidad? ¿Acaso es imposible que le produzca felicidad a alguien creer en Dios, no por miedo sino por placer? ¿Ese acaso no podría llamarse un acto virtuoso y un acto que produzca beneficio para alguien?

Ahora bien, dejando de la lado el planteamiento anterior y examinando la historia de la teoría utilitarista de la moral, encontramos que esta posición hedonista, que llevó a múltiples errores de la ética así planteada, fue reformulada, con una versión cuya respuesta a la pregunta ¿útil para qué? Fue la noción de “satisfacción de la preferencia”[6], según la cual lo que es útil moralmente lo es no para buscar un equilibrio de placeres sobre dolores, sino más bien la satisfacción de las preferencias en sentido más general, es decir, satisfacer lo que prefiere la mayoría.

Placeres o preferencia, lo cierto es que para los defensores del emotivismo y utilitarismo moral, pareciera que la razón debe ser esclava de las pasiones, negándole así la capacidad de dirigir en un término correcto el obrar humano, pues es el sentimiento, la fuerza que nos determina a obrar, además de calificar de valor moral a una decisión, determina por medio de los juicios morales el sentimiento de aprobación o desaprobación que nos producen determinadas conductas.

Frente a lo anterior otro cuestionamiento más puede surgirnos, el cuál tendríamos que formularle a Hume ¿Cómo es posible que los seres humanos se pongan de acuerdo en los juicios morales, o que es bueno o malo, si es el sentimiento de cada persona la que decide, que conducta es o no virtuosa?. La respuesta de Hume es ésta: el sentimiento descansa en una especie de humanidad, que no es otra cosa que la noción de naturaleza humana ilustrada, la cual conduce al sentimiento a preferir lo mejor para el conjunto de los seres humanos. Y, puesto que la naturaleza humana es común a todo hombre, las decisiones morales ejercidas por ese sentimiento de humanidad serán universales. [7]

De lo anterior podemos entonces concluir, que es moral, es bueno, es justo, es éticamente aceptable, todo aquello que agrada y es útil para la mayoría de personas, pero entonces qué sucederá con los sentimientos de quien piensa que algo es bueno para él pero no para el resto de humanidad? ¿Qué sucederá con quien, su sentimiento le indica que obrar de una manera es mejor o más útil para sí, cuándo no es útil para nadie más? Son estos cuestionamientos los que nos llevarían a afirmar que la moral aunque resida en el sentimiento, debe apoyarse en la razón para dirimir este tipo de conflictos morales, además de investigar y conducirnos a los caminos que llevan a ese bien que se busca, por eso la razón no solo debería limitarse a establecer los medios, tal como lo afirma Hume, sino también a conseguir los fines.

Al tener claro cual es el fundamento de la moral para autores utilitaristas como Hume, vale la pena preguntarnos, ¿Porqué la justicia es virtuosa, si lo que se considera justo por alguien puede no serlo para los demás? ¿Proviene entonces la justicia de nuestro sentimiento y no de nuestra razón?

Para responder a esta inquietud Hume apela a la noción de “simpatía con el interés público” para explicar porqué existe una aprobación general de los actos de justicia, y según él, es porque consideramos naturalmente como virtuosa a “cualquier acción o sentimiento que desde el punto de vista general o la visión general, brinda una cierta satisfacción”[8]. Cuando en general se siguen las reglas de la justicia llegamos a ver su utilidad y por ende a aprobar el comportamiento de acuerdo con ellas.

Es importante reconocer que, para Hume, este argumento sólo tiene la intención de explicar la razón por la cual consideramos a la justicia como una virtud: no es parte de la explicación acerca de por qué obedecemos las reglas de la justicia, ya que la utilidad de las reglas de la justicia es condicional al hecho de que sean seguidas en general, ésa es la razón por la cual la justicia es una virtud artificial, no natural, debe existir la práctica antes de que se desarrolle el sentido de su virtud; por lo tanto, debemos ser capaces de explicar el surgimiento de la práctica sin apelar a un sentido de virtud. Además, la simpatía por el interés público no es una pasión, sino lo que Hume clasifica como un gusto: “Los sentimientos deben tocar el corazón, hacerlo controlar nuestras pasiones: Pero necesitan evitar extenderse más allá de la imaginación para hacer que influyan nuestro gusto”[9]

Así pues no hay un sentimiento natural de justicia, a diferencia de otra virtud como la benevolencia que sí es parte de la naturaleza humana y que surge de la simpatía y la fuerza de la simpatía depende de lo estrechas que sean las relaciones con los demás, como por ejemplo con nuestra familia y amigos y con aquellos cuya felicidad o sufrimiento sea conocido por nosotros y despierte un sentimiento de solidaridad, en cambio la justicia es un concepto demasiado imparcial como para ser regido por los sentimientos naturales. Si bien es verdad que la justicia sirve a los intereses públicos, ése es un motivo demasiado remoto como para afectar o impactar la generalidad de la raza humana.

En general, se podría afirmar que no existe una pasión en las mentes humanas, tan fuerte que logre motivar su propio sentimiento personal, para ser justos naturalmente, libre de intereses, así de acuerdo con Hume, “el interés propio es el motivo original para el establecimiento de la justicia”[10]

De esta manera, la razón de ser para que alguien obre como una persona justa respetando los derechos de los demás, como por ejemplo el derecho de propiedad, es el interés propio, o el interés de que él sea respetado en sus propios derechos por los demás miembros de una sociedad a la que pertenece, y así mismo estos respondan devolviéndole el servicio, pues de lo contrario, perdería la confianza en los demás y por ende se acarrearía unas consecuencias desfavorables como por ejemplo que nadie querría volver a contratar con él. Si analizamos, al obrar de esta manera se estaría obedeciendo a un patrón de conducta según el cual se está interesado en sí mismo, en guardar la propia reputación y no en el bienestar de la generalidad[11].

Sobre este punto puede surgirnos una duda y es sobre si ¿Se estaría obrando entonces, justamente, por miedo o por temor a las consecuencias que puede generar el incumplimiento en el respeto de los derechos de los demás, en vez de ser justo por placer, ya que este acto genera una utilidad que despierta un sentido humanitario? ¿Se estará contradiciendo Hume cuando señala que la justicia no procede del sentimiento, cuando sabemos que es una virtud o una conducta moral y la moral, según él, se fundamenta en el sentimiento?

Cierto o no lo anterior, lo que debe resaltarse aquí es que Hume trata de probar que el interés propio favorece la virtud antes que el vicio y que ese interés es en últimas “amor a la fama” lo cual es esa parte de la naturaleza humana que “le añade una gran cantidad de fuerza al sentimiento moral”[12], pues busca que los demás seres humanos lo consideren como un hombre realmente virtuoso, lo que constituye una motivación para obrar bien en todo ser humano.

Finalmente para concluir este debate, considero fundamental traer a colación el planteamiento racionalista Kantiano, para entender con mayor exactitud porqué Hume se opuso a la moral racionalista.

Según la deontología Kantiana, lo ético tiene un carácter racional y, como tal, puesto que la razón es compartida por todos los hombres, es de validez universal y necesaria. Así el comportamiento de todos los seres racionales está determinado mediante principios, porque ellos poseen voluntad y esta es “la facultad de determinarse uno a sí mismo a obrar conforme a la representación de ciertas leyes” [13]

Uno de esos principios es el categórico, que manda absolutamente, sin condiciones de ninguna especie; es decir, aquel en que lo mandado no es medio para conseguir otra cosa y si el imperativo manda absolutamente y pretende, por consiguiente, validez universal y necesaria, su fuente es la razón y por lo tanto representaría la ley objetiva de la moralidad.

De esta manera Kant enuncia dicha ley formulándola de la siguiente forma: “obra solo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal”. Así, esa ley objetiva de la moralidad establece lo que en el mundo o fuera de él “puede ser considerado bueno sin restricción”.

Pero además de lo anterior Kant nos da una segunda formulación del imperativo categórico: “obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio”.

Frente a lo anterior, debemos analizar que a la luz del planteamiento de Hume, la humanidad de la que habla Kant, no sería un fin sino un medio, puesto que sería esta el medio idóneo para satisfacer los propios deseos que se obtienen cuando estos le dan un reconocimiento a una determinada conducta útil para quien la despliega, así pues, el resto de seres humanos pueden ser usados como meros medios al servicio de la voluntad humana, ahora bien, si así fuera ¿En dónde quedaría el concepto de dignidad humana según esta moral utilitarista?

De acuerdo entonces con el estudio anteriormente hecho, podemos afirmar que de acuerdo con el emotivismo y utilitarismo moral de Hume el orígen de la moral es el sentimiento, y el fundamento de lo bueno o malo es su utilidad así que el obrar humano se dirige por lo que sea útil o placentero para los demás, así, de lo contrario, como sucede con la utilidad pública que no posee estos atributos, debe cumplirse porque con esta se satisface el interés propio.

Finalmente, de cualquier manera que pretendamos responder a la pregunta por el origen o fundamento del mérito moral que se le atribuye a las virtudes sociales, bien sea razón o sentimiento, utilidad o no de las conductas consideradas como virtuosas, podemos concluir que lo importante realmente es la observancia de los deberes establecidos para mantener un orden social en donde se tenga consideración de la dignidad humana, del bien común y de valores universalmente establecidos como la justicia o benevolencia.


[1] Hume David, Investigación sobre los principios de la moral. Pág, 31

[2] Se resalta aquí, que para el mismo Hume tanto los argumentos de los racionalistas como de los emotivistas, eran sólidos y satisfactorios, por lo que llegó ha concebir que tanto la razón como el sentimiento están presentes en casi todas nuestras determinaciones y conclusiones morales. Dando lugar así, a que llegue a pensarse que definitivamente no puede sustentarse la moral tan solo en el sentimiento, tal como él llegó a plantarlo.

[3] Bentham Jeremy. Introduction to the principles of morals and legislation, 1823.

[4] Para Hume, esas consecuencias desastrosas serían que “se seguiría la tiranía o la anarquía: la tiranía si el gobierno hubiera de mantenerla y la anarquía si la nivelación de la propiedad hubiera de demoler la base del poder político. Estos pensamientos van unidos, sin embargo, con un ruego a favor de la difusión de la riqueza. Cada persona debería disfrutar, si ello fuera posible, de los frutos de su propio trabajo. Tal igualdad «es más conveniente a la naturaleza humana y proporcionará mayor fuerza al estado, al permitir una amplia dispersión de la carga tributaria”.

[5] En su libro “Historia natural de la religión”, David Hume, defiende una evolución a partir del politeísmo, hasta llegar a la idea abstracta de la divinidad propia de las religiones monoteístas.

[6] Figueroa, Luís Carlos, “Utilidad Y Espectáculo Moral En David Hume” publicado por la Pontificia Universidad Javeriana Bogotá D.C.

[7] Hume David, Investigación sobre los principios de la moral. Pág,

[8] Hume, David, Libro V De “Tratado De La Naturaleza Humana”, subtitulado, Ensayo Para Introducir El Método Del Razonamiento Humano En Asuntos Morales. Traducido al Español Por Francisco Larrua, Editorial Porrúa, México, 1992, Segunda Edición. pág 470 - 475

[9] Ob., pág, 586

[10] Ob., pág, 481 y 499

[11] Luigino Bruni - Robert Sugden, “Los Canales Morales: La Confianza Y El Capital Social En La Obra De Hume, Smith Y Genovesi” .Documento publicado en la Revista “Economics and Philosophy” (2000) 16:21-45 Cambridge University Press, copyright 2000.

[12] Calvo De Saavedra, Ángela, “Simpatía Y Espectáculo En La Moral De David Hume” publicado en Universitas Philosophica, No. 22, Bogotá, 1994

[13] Escribar Ana, Artículo publicado en Internet, sobre “Ética Deontológica, Imannuel Kant”