05 marzo 2007

Papel de la voluntad, la razón y la intención (Aristóteles) Medina

EL PAPEL QUE JUEGAN LA VOLUNTAD, LA RAZÓN Y LA INTENCIÓN AL MOMENTO DE BUSCAR LA FELICIDAD

Por Lina María Medina Velandia

Todas las personas sin importar su condición, raza, sexo, preferencia religiosa o cualquier otra circunstancia que rodee su vida, siempre busca a lo largo de ella y con todos sus actos la felicidad, ese es el fin último de todas las actuaciones de un ser humano. Aristóteles en La moral a Eudemo muestra esto de una manera muy clara y detallada y da al lector la posibilidad de concluir que la felicidad es el fin de la vida de todo hombre y que solo la encuentra cuando practica voluntaria y reiterada la virtud, ésta no es otra cosa que el punto medio entre el exceso y el defecto de todo cuanto existe en la vida.

A pesar de lo claro que se percibe esto en la obra y de lo sencillo que parece, el encuentro de la felicidad concebida desde esta óptica no es nada sencillo, ya que dominar la voluntad y encausarla por el camino de la virtud, no es una labor elemental para la naturaleza concupiscible del ser humano, pero definitivamente es la voluntad la que realmente nos hace ser felices o sufrir según decidamos practicar la virtud o el vicio.

La voluntad es la virtud más grande que tiene un hombre, y se ubica entre el capricho y la desidia, pero por su gran valor es muy difícil ponerla en práctica de una manera sana, pues aunque siempre está en práctica, ya que todos nuestros actos están gobernados por ella, independientemente de que sean racionales o irracionales, buenos o malos, etcétera, es la voluntad la que nos hace actuar, pero existe una diferencia radical entre una voluntad sana y una voluntad viciada por factores externos. Epicteto en su obra El arte de vivir muestra muchos de estos modificadores externos de la voluntad, que nos apartan de la felicidad, “La felicidad auténtica siempre es independiente de las condiciones externas. Practiquemos con celo la indiferencia hacia las condiciones externas; la felicidad sólo puede ser hallada en nuestro interior”1, uno de ellos es la voluntad de los demás que busca influenciar la nuestra, No renunciemos a nuestra voluntad. Si alguien quisiera regalar tranquilamente nuestro cuerpo a cualquier transeúnte, esto –naturalmente- nos enfurecería. Entonces, ¿por qué no nos avergonzamos de entregar nuestra preciosa voluntad a cualquier persona que pueda querer influenciarnos?”2. Otro de esos factores es la búsqueda constante en la que viven algunas personas de agradar a los demás con sus actuaciones, en este caso entonces la voluntad queda circunscrita al placer deseado por otras personas, y olvidamos la práctica de nuestra propia voluntad al servicio de nuestra propia felicidad, “Cuando tratamos de agradar siempre a los demás, nos desorientamos buscando lo que se encuentra más allá de nuestro ámbito de influencia. Al hacerlo, perdemos el control del propósito de nuestra vida”3. Otro factor que puede modificar nuestra voluntad es no poder diferenciar entre las cosas que dependen de nosotros y las que no, es decir sobre qué cosas tenemos el control y sobre cuáles no, por ejemplo yo no tengo el control sobre el comportamiento de las demás personas, entonces así me parezca reprochable, como no depende de mi, yo no debo sufrir por eso, por el contrario de lo que único que debo preocuparme es de mi comportamiento, de que sea virtuoso para encontrar la verdadera felicidad, si es vicioso y separado de mi voluntad a sufrir, “La libertad es la única meta valiosa en la vida. Se obtiene cuando hacemos caso omiso de aquellas cosas que están más allá de nuestro control. No podemos tener un corazón alegre si nuestra mente es un lastimoso caldero de temores y ambiciones. ¿Deseamos ser invencibles? Entonces no combatamos aquello sobre lo que no poseemos verdadero control. (…) Recordemos: la verdadera esencia del bien se encuentra únicamente en las cosas que están bajo nuestro control”4

Pero aunque es en último término la voluntad la que nos permite encontrar la felicidad o apartarnos de ella, no puede dejársele esta gran responsabilidad, pues la voluntad de un hombre que actúa sin razón, aunque busque practicar la virtud, nunca encontrará la tan anhelada felicidad. Es la razón la que como hombres nos diferencia de las demás criaturas que existen en la tierra, es ella la que nos permite examinar a fondo cada una de nuestras actuaciones para poder determinar qué hacer porque es virtuoso y qué no hacer porque resulta vicioso, solo la razón nos puede mostrar el exceso, el defecto y el punto medio entre estos dos de todo nuestro actuar, “En todas las cosas, el medio, con relación a nosotros, es lo mejor y lo que nos prescriben la ciencia y la razón”5. Entonces puede afirmarse sin temor a errar que lo que nos permite encontrar la felicidad es definitivamente la sincronización de nuestra razón y nuestra voluntad a la hora de actuar, pues nada sacamos haciendo razonamientos profundos sobre lo bueno o lo malo de algo, si nuestra voluntad nos lleva a elegir lo malo.

Sin embargo no todos los actos que realiza el hombre son su responsabilidad, pues hay actuaciones que resultan involuntarias, entonces por ellas el hombre no debe sentirse responsable o sufrir por ellas, entonces solo puede hablarse de una actuación virtuosa o viciosa cuando ésta depende de uno hacerla o no hacerla, es decir las que realizamos de manera voluntaria, y a esta voluntad solo se llega luego de haber analizado de manera racional el exceso, el defecto y haber encontrado el punto medio que es el que debemos preferir, “Es, pues, muy evidente que la virtud y el vicio solo se refieren a cosas de que es uno causa y principio. Tendremos, por tanto, que indagar de qué actos es el hombre realmente causa responsable y principio. Estamos todos conformes en que en las cosas que son voluntarias y que resultan del libre albedrío, cada cual es causa de ellas y responsable, y que en las cosas involuntarias no es uno la verdadera causa de lo que sucede. Evidentemente, son voluntarias todas aquellas que se han hecho después de una deliberación y elección previas y, por consiguiente, también es evidente que deben clasificarse entre los actos voluntarios del hombre la virtud y el vicio”6.

De otro lado no debemos nunca confundir la voluntad con la intención, ésta es lo que preferimos hacer porque depende de nosotros hacerlo y de nadie más; mientras que la voluntad es lo que nos impulsa a actuar, independientemente de si es como queremos actuar o no. El hombre siempre hace lo que desea, lo que prefiere; pero no siempre desea lo que hace, hay cosas en la vida que hacemos sin quererlas hacer, pero son nuestra obligación o nuestro deber, es por esto que la intención de una persona al actuar es lo que realmente muestra lo virtuosa o lo viciosa que es, a pesar de que es muy difícil saber la verdadera intención, ya que el acto es lo evidente, es aquella la que realmente muestra lo que son y no son las personas, “Pero como no es fácil ver directamente la intención, nos vemos forzosamente obligados a juzgar del carácter de los hombres por sus actos. El acto vale ciertamente más que la intención, pero la intención es más laudable”7. Es claramente la intención el otro extremo en el actuar del hombre, del otro lado está la razón y en el centro está la voluntad, pero tienen que engranarse para que el actuar del hombre sea virtuoso y de esta manera pueda encontrar la felicidad.

Finalmente puedo concluir que ninguna persona puede encontrar la verdadera felicidad sin lograr la coexistencia y la interacción de la razón, la voluntad y la intención en todos sus actos. Como hombres que somos estamos dotados en primer término de razón, que es la que nos permite distinguir lo que está bien de lo que está mal; la voluntad es el motor de todos nuestros actos; y finalmente es la intención la que determina lo que realmente queremos hacer, es decir si lo que queremos hacer es el vicio o la virtud. También tengo claro que para encontrar la felicidad tengo que diferenciar, con la ayuda de la razón, entre las cosas que dependen de mi y las que no, y solamente debo preocuparme por lo que depende de mi y hacerlo bien, de manera virtuosa, esa es la verdadera fórmula para encontrar la verdadera felicidad, el actuar de los demás o lo que le corresponda hacer a los demás es solo asunto de los demás, el momento en el que yo me ocupe de los asuntos de los demás o trate de cuestionarlos aparto de mi la felicidad y lo único que encuentro es sufrimiento, entonces me aparto del verdadero fin de mi vida, es decir de la vida de ser humano que soy, que es la felicidad, ese es el verdadero y noble sentido de la vida, LA FELICIDAD.

1 Epicteto. El arte de vivir. Editorial Norma. Bogotá. 1995. Página 41.

2 Epicteto. El arte de vivir. Editorial Norma. Bogotá. 1995. Página 51.

3 Epicteto. El arte de vivir. Editorial Norma. Bogotá. 1995. Página 45.

4 Epicteto. El arte de vivir. Editorial Norma. Bogotá. 1995. Páginas 40 y 41.

5 Aristóteles. Moral a Eudemo. Editorial Espasa-Calpe, S.A. Sexta edición. Madrid. 1976. Página 138.

6 Aristóteles. Moral a Eudemo. Editorial Espasa-Calpe, S.A. Sexta edición. Madrid. 1976. Página 146.

7 Aristóteles. Moral a Eudemo. Editorial Espasa-Calpe, S.A. Sexta edición. Madrid. 1976. Página 162.